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“La menstruación no tiene que doler” y la endometriosis puede ser detectada a tiempo

  • ¿Cuándo debemos ir al ginecólogo? “Si tiene dolor pélvico crónico, si tiene fuertes dolores en la zona lumbar o abdominal entre las menstruaciones

Una de cada 10 mujeres nos ponemos histéricas una vez al mes. El origen de la palabra histeria proviene del francés ‘hystérie’, y éste del griego ‘ὑστέρα’, ‘útero’. Es por eso que desde tiempos inmemorables se usa la palabra histérica para referirse a nosotras y, en concreto, a nuestros dolores relacionados con la menstruación.

Esto, en la época de Hipócrates era algo ‘natural’, ya que se creía que el útero era un órgano que daba paseos por el cuerpo de la mujer, causando enfermedades, con convulsiones a modo de la niña del exorcista. A eso le llamaban ‘la histeria’. Hoy, ya descartada la histeria como una enfermedad del útero, sigue existiendo como un calificativo despectivo hacia nosotras.

No se me ocurre qué nombre poner al dolor provocado por cuchillos que se clavan en nuestro abdomen, dolor que nos dobla como a una hoja, como a un árbol en un huracán. Básicamente, estamos hasta el coño. Pero no sólo porque el coño nos duela, sino porque la sociedad menosprecia una enfermedad incapacitante que puede causar hasta la muerte. Y esto es, entre otras cosas, porque tenemos un riesgo de tres veces mayor de sufrir infarto. Pero es que somos unas histéricas.

“Tienes gases”. Me dijeron la primera vez que acudí a urgencias con un dolor que me inmovilizaba. Apenas podía caminar, sólo podía estar sentada con calmantes en vena. Me dieron el alta, pero me negué a marcharme. Sentía que en mi cuerpo no pasaba algo normal, quizá un Alien o algo similar me estaba invadiendo. Tras hacerme más pruebas con tal de no aguantar mi testarudez, los gases resultaron ser un Alien de cuatro centímetros en mi ovario izquierdo, que debía ser extirpado con urgencia. Se trataba de un quiste de chocolate -así lo llamó el ginecólogo-, como si se tratase de la casa de Hansel y Gretel.

“¿Y no hay nada que cure esto?”, pregunté años después a otro ginecólogo. “Nada, mi consejo es que te quedes embarazada. CUANTO ANTES”. Esas palabras se me clavaron en las tripas como una estaca. Me entraron ganas de vomitar, para ser exacta. Ahí encima y dejarlo todo perdido. Si quedarse embarazada en pleno siglo XXI cuando quizá no puedas o no quieras es la única solución clínica a una enfermedad que padecemos tantas mujeres tenemos un gran problema. La realidad es que dos millones de mujeres de nuestro país la sufren y no existe apenas investigación ni unidades especializadas. Yo misma no sabía que existía tal cosa hasta que me visitó hace unos años.

Desde ENDOMadrid -asociación de endometriosis de Madrid- aseguran que “si con 14 años te enseñan que la menstruación no tiene que doler y al sentir dolor acudes a un ginecólogo informado, tienes ganados muchos años de calidad de vida pudiendo someterse a tratamientos que intentan controlar la endometriosis -anaovulatorios principalmente- y sobretodo haciendo un correcto seguimiento de la enfermedad para tener que evitar cirugías de urgencia”.

Que no hablemos de nuestra regla con naturalidad tampoco ayuda. Nos han enseñado a ser castas y ponernos las compresas casi a hurtadillas. ¿Cuántas veces alguien ha pedido un tampax en un baño público con miedo y por lo bajini? Hay elementos socioculturales que no lo ponen fácil: la menstruación y la vida sexual femenina son temas poco hablados. Lo que no se nombra no existe, y eso sirve para todo. Que podamos hablar con naturalidad de que nos duelen los ovarios o el coño o el chichi o como cada una quiera llamarlo es un paso fundamental para que se haga ruido. Siempre se nos ha querido en silencio, doloridas, escondidas bajo las sábanas de la cama, mientras eso parecía ‘La Matanza de Texas’.

Recuerdo la primera vez que ‘la tarta de fresa’ o ‘la tía Rosa’ -así la llamábamos algunas por los 90- vino a visitarme. Apenas había tratado de el tema con mi madre, ya que yo era una chiquilla de once años. Empapé toda la silla del colegio de sangre. Me quise morir. Esperé a que todos los chavales salieran de clase para poder limpiar mi asiento. Una mujer de la limpieza me encontró tratando de limpiar eso con un pañuelo sin demasiado éxito y corriendo se acercó con una bayeta: “No pasa nada, bonita, eso le puede pasar a cualquiera”. Puede sonar a exageración, pero en ese momento esa mujer fue mi salvadora. Me salvó del rechazo y del miedo que yo sentía por algo que no sólo nos duele si no que tenemos que ocultar: el velo de la menstruación.

Por otro lado, te hacen creer que la regla duele y punto. Y no es verdad. Desde ENDOMadrid aseguran que la regla no tiene que doler. “Esa es la principal piedra que tenemos las enfermas de endometriosis y otras enfermedades que cursan con dismenorrea. La regla puede molestar, hacernos sentir hinchadas e incómodas, pues el útero está distendido y haciendo pequeñas contracciones para expulsar el endometrio”, explican.

Este mismo desconocimiento hace que muchas mujeres afectadas vayan de un especialista a otro sin llegar a ninguna conclusión, terminando incluso en psiquiatría y siendo tratadas casi de ‘histeria’, dando medicamentos para paliar esa desazón que podría evitarse desde el origen. No, no somos histéricas, ni estamos locas, sólo sangramos y a veces nos duele porque tenemos una enfermedad; es su problema si no han averiguado aún las causas y por tanto la cura, pero es nuestra responsabilidad como sociedad insistir y presionar hasta que dejen de echarnos a un lado en la salud por el hecho de ser mujeres. Nosotras siempre tenemos que callar, y aguantar y aguantar y vivir abnegadas, siempre asintiendo a lo se nos dice desde la jerarquía que también existe a veces entre médico-paciente.

Las chicas de ENDOMadrid insisten que el dolor -sobretodo si es incapacitante y no cede con antiinflamatorios no esteroides- es el primer síntoma de que algo no va bien. “El dolor es una señal que manda el cuerpo al cerebro para comunicar que algo no funciona como debería. La menstruación es un proceso normal y necesario para nuestros organismos, el cuerpo es sabio y sólo manda ese signo de dolor cuando esa menstruación no está siendo correcta”.

Entonces, ¿cuándo debemos ir al ginecólogo? “Si tiene dolor pélvico crónico, si tiene fuertes dolores en la zona lumbar o abdominal entre las menstruaciones, si mancha entre menstruaciones y, sobretodo, si por norma general sus menstruaciones son muy dolorosas”, explican.

Para poder solucionar nuestro problema, necesitamos ser escuchadas, que los especialistas se tomen su tiempo en cada caso; que se nos derive a donde se nos tenga que derivar; que se nos hagan las pruebas oportunas. Y eso es algo que debemos exigir porque nos pertenece. Porque ni los rosarios deben mandar sobre nuestros ovarios, ni el sesgo de género en la investigación. Es una enfermedad de mujeres y, por esa oblicuidad, la endo queda invisibilizada.

Sin ánimo de querer culpabilizarnos a las mujeres, es necesario saber que al ser una enfermedad no visible y desconocida en la sociedad, “es comprensible que tampoco lo sea en el mundo científico y de investigación. Si no hay una presión popular que ponga voz a las una de cada 10 mujeres que sufren la enfermedad, no se va a concienciar a la comunidad científica de la necesidad de investigación”, cuentan desde la asociación. Por ello, creo necesaria la visibilización de todas nosotras, niñas del exorcista, sin miedo a que nos llamen histéricas o se nos intenten poner camisas de fuerza.

Desgraciadamente no parece que haya esperanzas a corto plazo en cuanto a investigación. Se desconoce qué causa la endometriosis y ni siquiera se ha conseguido una prueba diagnóstica no invasiva para detectarla. Desde ENDOMadrid afirman que “siendo optimistas en los próximos cinco años quizás se haya descubierto un marcador en sangre que pueda servir para identificar la enfermedad. Con esa prueba, quizás se consiga ver el alcance real de la enfermedad y se cree el interés científico por investigar las causas y posibles curas”.

Con información de Pikara Magazine

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