Si se usa para vender, ya no es feminismo
Decía el crítico José Luis Brea que la imagen compone el archivo descriptivo de las realidades de cada época y “oficia entonces de disco duro del mundo” 1. En el disco duro actual conviven videoclips de Britney Spears, memes de Lenin, capítulos de Juego de Tronos y de Velvet, gifs, Marguerite Duras y Steven Spielberg y muchos gatitos. Todo bajo la etiqueta de cultura popular o de masas, corriente principal o, en su angloversión, cultura mainstream. Visto así, el archivo de nuestra época puede parecer un poco cutre. Para mejorar este legado se ha ido imponiendo la estetización, lo cool, la estilización de las imágenes. Obviando lo violento, lo oscuro o lo perverso, la cultura mainstream parece proponer productos fácilmente consumibles, que se adapten al espectador, políticamente correctos y sin potencial subversivo. Ésta concepción de la cultura de masas llevó a un crítico cultural como Theodor Adorno a entender, a principios del siglo XX, que era el mal, el producto del aparato ideológico ganador que alienaba a las masas.
Frente a esta concepción pesimista, Elisa McCausland (periodista, crítica e investigadora especializada en cultura popular) y Diego Salgado (crítico de cine colaborador en revistas como Dirigido por) proponen Sobrevivir a la imagen mainstream: un análisis de la cultura de masas para desterrar la idea de que carece de valor, ejerciendo un aletargamiento. “Esta concepción se funda en la idea de que las personas son pasivas, como si fueran una vasija vacía que se llena de cultura popular, lo cual es una concepción clasista. Es una visión conductista según la cual no tenemos universo propio, no tenemos un pensamiento inteligente, cuando la realidad es que sabemos qué vemos y por qué lo vemos. Está más bien relacionado con la emoción”, explica Salgado. La conexión con las emociones y la capacidad de difusión pueden dar una idea de por qué una película como Pretty Woman resiste tras casi 30 años siendo líder de audiencia cada vez que se emite en televisión. Desterrar la idea del espectador pasivo es uno de los primeros pasos para analizar el mainstream. A partir de ahí, McCausland y Salgado hacen un recorrido desde las provocaciones que se esconden en las imágenes de masas, pasando por el mainstream invisible –esa telenovela que nos engancha pero que nadie reivindica–, hasta las que no se pueden gentrificar, las que sobreviven al margen de la corriente principal. Siguiendo sus propuestas hacemos una selección para sobrevivir a lo mainstream en general y al feminismo de masas en particular.
Si se usa para vender, ya no es feminismo
Ahora que Frida Kahlo se reproduce más que el Che, resuena, entre otras, la advertencia que escribía Judith Butler en El género en disputa: la subversión, a base de repetirse, se convierte en cliché y al final, en mercancía. Salgado da una versión actualizada: “El feminismo es una moda, y el ejemplo de ello es que está en su fase final, la autoparodia”. Y Elisa McCausland realiza una distinción entre lo gentrificable, “lo que se puede aburguesar”, y lo que no lo es: “Si se aburguesa, entonces no era tan marginal. En el momento en que puedes usar las consignas del feminismo para vender, ya no es feminismo”, afirma. Hablar de feminismo mainstream es, en cierta manera, hablar de un feminismo blanco que regula las normas sexuales, vacío. “No se institucionaliza un feminismo abierto”, señala Salgado.
Para ilustrar esta idea proponen la última película de la saga Mad Max, Fury Road, estrenada en 2015 como secuela de las míticas cintas de los 80 y que ha sido ampliamente alabada por proponer una heroína a la altura de Max. McCausland se desmarca de este lugar común: “Fury Road no es feminista por el mero hecho de mentarlo; y mucho menos cuando se ha de devaluar el rol del héroe para dejar espacio a la heroína, en vez de crear una historia desde un lugar nuevo”. “Sin anunciarlo, la Mad Max del 81 –la entrega 2, El guerrero en la carretera– es guerrera, mucho más feminista que Fury Road, que es un Mad Max cuqui, esterilizado. De hecho Mad Max 2 daña la marca hoy porque no tiene clemencia con los espectadores. En muchas ediciones actuales para formatos domésticos y televisiones, las escenas más violentas están censuradas”, añade Salgado.
Con información de Pikara