Opinión

Por la legítima defensa de no defender agresores por Sirena

Itzel Montalvo | Sirena

Entré a la Facultad de Filosofía y Letras hace cuatro años, ya tenía acercamientos al feminismo pero, naturalmente, no estaba posicionada donde ahora lo hago. Recuerdo haberme encontrado con carteles de Pan y Rosas pegados por todas la paredes de la facultad y aunque mi postura aún no era radical, había escuchado rumores que me hicieron no acercarme a su trabajo ni responder a sus convocatorias, que pudieran parecer atractivas cuando has leído más sobre feminismo liberal y te prometen luchar por igualdad.

No suelo hacerle caso a los rumores; prefiero experimentar en cuerpa propia y a partir de ahí tomar decisiones. Al parecer, en este caso, corrí con suerte de haberlos escuchado y hacerles caso.

Todo fuera como que sus posicionamientos políticos y su forma de trabajo nos parezcan ridículos e hilarantes. Pero, para comenzar, al ser una organización que ha demostrado trabajar en pos de los hombres con su inclusionismo necio y su hambre de protagonismo mixto, ya representa un peligro como primer acercamiento a las mujeres que se interesen por el feminismo. Ahora habrá que sumarle el encubrimiento y defensa a agresores sexuales; una bomba que debes evitar a toda costa.

El problema en este contexto, no es la existencia de feminismos que prefieren caminar a lado de los hombres, el problema viene cuando mujeres caminan para ellos cargando un discurso en contra de las violencias machistas pisoteado con la praxis por ellos con complicidad de ellas (sí, “compañera”, defender a un agresor porque milita contigo es complicidad). Argumentar pobremente que ustedes no consideran abuso las acciones de Sergio Moissen, demuestra su nula preparación en cuanto a lo que dicen defender y fácilmente, en este caso, sus acciones son equiparables con las de los sistemas de justicia que critican en la teoría y suelen —como ustedes lo hacen ahora — revictimizar a las mujeres agredidas.

Lo que no se está entendiendo es que no puedes luchar contra los agresores, junto a los agresores. El mundo está hecho para ellos, y Pan y Rosas poniendo el bienestar de un agresor, por encima de los sentires y necesidades de una compañera agredida, lo ejemplifica de maravilla.

Ahora bien, el separatismo no es un capricho de mujeres que odian a los hombres, es un llamado a la congruencia, a las alianzas entre mujeres y al autocuidado. Preferiríamos estar ocupadas fortaleciendo nuestras alianzas, pero no nos vamos a quedar quietas ni calladas cuando toquen a una de nosotras. Y no vamos a dejar de gritar que su organización “en contra las violencias machistas” encubre y defiende agresores, hasta que dejen de hacerlo.

Vía ¡Oh Diosas!

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